Los milagros existen.
Así como en algún momento sentimos la mano de un ángel, hoy soy testigo de un milagro y le doy benditas gracias a Dios por dejarme ser testigo de su fuerza maravillosa.
Trix apareció en forma de maestra primero. Ahí estaba de pie frente a nosotras, sus alumnas, haciendo de tripas corazón, contándonos de amores imposibles, de historias fantasiosas y luego de esquemas y estructuras. A veces se le miraba la cara triste, otras no dejaba de reír.
El último día de clase, sin saberlo, me dio una caricia en el corazón. Lloré porque nadie se imaginaba el dolor que tenía y ella supo, y entendió.
Trix ha tenido de todo en su vida. Material y no material. Doloroso y aleccionador. Hermoso y gratificante.
Trix no sabe todo lo que ha tenido, y lo que todavía tiene. Hoy a lo mejor, puede verlo más claro.
Después de un tiempo se volvió compañera de trabajo. Con esa convivencia se convirtió en amiga y ahí vino una serie de eventos inesperados que fueron abriéndonos a las dos, una frente a la otra. Muchas veces nos sorprendemos de las similitudes, de todo lo que tenemos en común, desde gustos hasta defectos. Poco a poco parecía que cuando hablaba con ella hablara conmigo misma. A veces dice que se asombra de mi esperanza o de mi risa, pero también ha visto mi lado doloroso. Igual la he visto yo. Su lado emprendedor ilusionado y el otro sombrío y oscuro.
Trix me ha introducido en el mundo de la literatura y los poemas, en la trova, en la enseñanza, en el italiano, en la carrera, en la escritura como tarea y como terapia, en la amistad sincera sin prejuicios y sin juicios.
Trix no es perfecta, pero es. A veces vive en la nube de la ilusión y hay que tirar de ella, como se hace de un cometa, para que ponga los pies en la tierra. Otras veces hay que desenterrarla porque como avestruz esconde la cabeza dentro de un agujero.
Trix sin saberlo y pensando que sólo ha recibido, me ha dado mucho. Fue mi proyecto de Navidad y el reflejo de un dolor que intenté aliviarle porque ya había pasado por eso.
Trix soñó mil noches con un milagro. Hizo mil planes, listas, llenó cajas, intentó buscar una salida y hoy, sucedió en forma de milagro. Ella no sabía a donde irían esas cajas, ahora lo sabe. Ella no sabía donde estaba su lugar, ahora lo sabe.
Trix tiene algo de princesa, mucho de soñadora, todo de trabajadora, una gran parte de mamá, una porción de medio loca y un gran trozo de amiga. Tiene ideas raras, otras tan concretas y claras.
Hoy, Trix tiene alas. Y aunque sé que voy a llorar su presencia, no tengo que llorar su ausencia. Sé que la tecnología nos dejará estar cerca, no juntas, pero cerca. Hoy, dejando el lado egoísta, me siento feliz por ella. Hoy sé que esas alas la van a llevar lejos, y no en distancia sino en grandeza. Hoy recibe lo que pidió. Hoy ve la luz. Esa que ayer le dije que llevaba dentro de sí misma.
Hoy, aunque tenga ganas de llorar de tristeza, lloro más de felicidad y de agradecimiento. He tenido la oportunidad de mostrarle el cariño, el respeto y la admiración que le tengo. Pero hoy lo hago de nuevo. Me quito el sombrero, me inclino y no puedo más que decir, con influencia de tayismo puro: Vuela vuelaaaaa! No te hace falta equipaje, vuela!
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